miércoles, 25 de mayo de 2011

El Aullido de Ginsberg

Aquí os dejo unas notas resultantes de la lectura de Aullido, el célebre poema de Allen Ginsberg y del visionado de la correcta película que cuenta su vida: Howl. El texto se ha publicado en Cinearchivo.

Howl: las entrañas de Allen Ginsberg

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas, histéricas, desnudas.” Sí, lo hizo. Allen Ginsberg fue una de ellas, de esas mentes, y ya en los primeros versos de Aullido (Howl) escupe una oración en defensa de los suyos: Neal Cassady, Jack Kerouak, William S.Burroughs y, claro, Carl Solomon, compañero de manicomio, a quien dirige su poema. Todos están ahí, en sus delirios, en sus paseos por el infierno, en sus versos sincopados, en su dolor y en su éxtasis. “Con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin”. Que nada se detenga. Que la jerga contamine al arte. ¡Jeringuillas! Que el arte sea la vida. Que la vida no sea más que una lucha por expresarse, por la libertad, por amar. Ginsberg amó. Ginsberg escribió. Ginsberg fue juzgado por ello. Y venció. Sus poemas no eran obscenos sino redentores. Explícitos. Deslumbrantes. Lo siguen siendo hoy: “que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos”. ¿Dónde van? ¿Hacia dónde iban? ¿Por qué huían en la carretera? ¿Vagabundos o hipsters? Jazz.

¿Qué es la Generación Beat? -le pregunta un periodista a Ginsberg. Él responde: “No existe la Generación Beat, solo es una tropa de tipos tratando de ser publicados”. Pues eso. No le den más vueltas. Ni ahora ni en 1956. Huyan del cliché, de la categorización, del encasillamiento. Sí, cruzaron el país antes que nadie. Sexo a tutiplén. Comunismo. LSD. Bebop. Literatura. ¿Herederos de Walt Whitman? Maleantes. Carretera. Vagos. Héroes. Poetas. ¡Libres! “que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo”. Un paso adelante. ¿Antisistemas? Pero de verdad y no buenistas. La película de Jeffrey Friedman y Rob Epstein -Howl- habla de ellos y, cómo no, tiene sus hallazgos: animaciones lisérgicas que encarnan los versos, mixtura de géneros, defensa irredenta de la libertad de expresión (y de la sexual) y, sobre todo, apoyo a la declamación poética. Y es que a Ginsberg no se le lee... ¡se le recita! El filme es eso: una plasmación -a veces tosca, a veces reiterativa, a veces de postín, a veces bella- de su poesía más célebre. ¡Y qué poesía! Tan críptica como bella, tan escurridiza como sentida. Pregunta del abogado bienpensante a un crítico literario: “¿Entiende usted qué significa 'Hipster con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna'?” Respuesta clarividente: “Señor, usted no puede traducir la poesía en prosa”.

Insistamos en ello: Aullido (y sus otros poemas; publicados por Anagrama) no deben ser leídos en la intimidad del hogar sino aullados en el bar, escupidos en la carretera, gritados a pleno pulmón en el pub... Solo así viven, tienen sentido. Rugen. James Franco es, quizás, demasiado guapo, demasiado impoluto, para el papel de Ginsberg. Pero recita y logra expresar aquella máxima del poeta: “Le debes hablar a tu Musa como le hablarías a un amigo, como te hablarías a ti mismo”. Sin filtros. Sin eufemismos. Sin gilipolleces. A la cara. Con nombres y apellidos. Y eso “que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo”. Y claro que luego “copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrilos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia”.

Es poesía. Sí. Aunque duela. Por eso mismo. “No querría que lo leyeran mis padres”, dice Ginsberg. Pues claro. Él estuvo allí. En el abismo. ¡Junto a Carl Solomon! “Estoy contigo en Rockland donde estás más loco de lo que yo estoy” ¡Despidiéndole en su lecho! “Estoy contigo en Rockland donde gritas en una camisa de fuerza que estás perdiendo el juego del verdadero ping pong del abismo”. Muerte. Pero también vida. Y deseo. Y plegaria: “¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz es santa! ¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo son santos!” Todo es santo. Sí. No me cabe ninguna duda. ¡Y santo es el propio Ginsberg! ¡Santa es su voz! Le vemos cascado, barbudo, ya mayor (murió en 1997), pero su aparición es el milagro final de Howl, este digno no-biopic donde vocifera a la audiencia sus entrañas. ¡Léanlo, pero, ante todo, recítenlo! Pónganse en su piel. Aunque no le entiendan. Y si les sobra un rato: vean la película.

*Todos los versos incluidos en este texto pertenecen al poema Aullido de Allen Ginsberg


lunes, 9 de mayo de 2011

Una revelación íntima

Sostiene Alain Bergala que casi todo cinéfilo tiene una primera revelación íntima ante la pantalla en la que descubre que el cine va a formar parte para siempre de su vida. A mí, como a tantos otros, me ocurrió algo parecido. El título en cuestión fue Parque Jurásico, que asaltó mi infancia. Años después, la revelación se completaría descubriendo Mulholland Drive en mi adolescencia. De amobos casos, del relato de esa experiencia personal, hablo en el especial que Contrapicado ha preparado sobre la revelación íntima de muchos de los que nos dedicamos a escribir sobre cine. Si quieren cotillear, lean mi texto. Los hay, eso sí, de firmas mucho más veteranas y jugosas. No se pierdan tampoco la entrevista a Bergala. Un lujo.