jueves, 8 de enero de 2009

Milk: Un Van Sant domesticado

Empecemos el año con una decepción: Milk, el retorno a los grandes estudios de Gus Van Sant. Mientras su deliciosa (y accesible) Paranoid Park sigue inédita en las pantallas, este nuevo trabajo -mucho más discreto- llega mañana por todo lo alto a los cines españoles. Otra incongruencia más que, a estas alturas, ya no sorprende a nadie. Pero, bueno, aquí os dejo la breve crítica que he escrito de ella para Cinearchivo en la nueva sección de actualidad del portal.



Las difusas huellas del camaleón

Si nos seguimos fiando de la política de los autores, ubicar a Gus Van Sant no es un ejercicio precisamente fácil. Resiguiendo cronológicamente su trayectoria, uno se da de bruces con incongruencias, desatinos, sorpresas y giros inesperados. Pues, por mucho que queramos, al realizador de Todo por un sueño no se le puede clasificar tan cómodamente como a otros tantos cineastas de su generación. No es el máximo representante del queer cinema -Mala Noche- ni es el director indie por excelencia -My Drugstore Cowboy-. No es el aplicado artesano hollywoodense -El indomable Will Hunting- ni es el máximo exponente del cine del silencio -que tan bien representó en su “trilogía de la muerte”, compuesta por Gerry, Elephant y Last Days-. Es más bien, aventuramos, un tipo versátil, escurridizo, que -en estos tiempos de contratos cerrados e imposiciones- aún se puede permitir el lujo de filmar lo que le viene en gana mientras se va ganando defensores y detractores que, según sube la corriente, lo defienden o lo defenestran. Algo que, seguramente, volverá a suceder con Mi nombre es Harvey Milk, su nuevo trabajo que llega a nuestras pantallas tras haber acumulado todas las nominaciones habidas y por haber.


Se sabe que, desde su juventud, Van Sant iba detrás de este biopic dedicado a una de las figuras claves de la política estadouninense; del filme que hiciese justicia al trágico recorrido del que fuera el primer cargo público abiertamente homosexual de su país. Parece que, tras recuperar la fe en el relato narrativo -en su brumoso filme bisagra, Paranoid Park, aún inédito en España-, el realizador se sentía en forma para afrontar su empresa en unos grandes estudios y según los códigos convencionales (de montaje, guión, planificación y dirección de actores) que tanto había menospreciado desde la discreta Descubriendo a Forrester. La jugada, una vez visto el resultado, sólo le ha salido bien a medias. Porque aunque estemos ante un trabajo digno y ágil, mientras miramos la película nunca podemos borrar del todo la firma de quien está detrás del proyecto y lamentar que Mi nombre es Harvey Milk no se aleje apenas de los cánones de este tipo de producciones hagiográficas.


Sería absurdo pedirle a una superproducción el arrojo y la abstracción de experimentos tan anarrativos como Gerry, pero pensamos que Van Sant no debería haber ignorado los logros formales acumulados a lo largo de la última etapa de su filmografía y se podría haber atrevido a dar un paso hacia adelante en su retorno al “cine comercial”. Mi nombre es Harvey Milk es por tanto, a nuestro ver, una película menor, el contraplano tópico al otro acercamiento biográfico de Van Sant, propuesto en su suicida Last Days. De este modo, el mensaje ideológico acaba siendo la verdadera y única razón de ser de un filme que sólo se entiende en una época de cierto retorno a las ideologías progresistas y que -tal como ya se ha apuntado- bien serviría como emblema, como punta de lanza de la presunta Nueva América de las minorías y de la igualdad social que pretende el nuevo presidente estadounidense, Barack Obama. Por lo demás, es una pieza que huye de la sensiblería y que deja algunas huellas difusas del camaleónico cineasta que parió Elephant. Ahí están, por ejemplo, el exquisito encuentro, sutil y espontáneo, entre Sean Penn y James Franco, los interludios documentales, las proclamas políticas a todo color y, sobre todo, la resolución ensimisnada y bella del asesinato del protagonista. Una clausura, ésta, en los pasillos y que nos evoca repentinamente al Van Sant más arrebatador, pero que no impide que Mi nombre es Harvey Milk acabe resultando una película más entre las muchas producciones discretas amparadas bajo el temible slogan de estar “basadas en hechos reales”.

7 comentarios:

M. Jordan dijo...

Todos tenemos que comer, ¿no?

No sé yo si la película conseguiría su propósito de haber seguido "los logros formales acumulados a lo largo de la última etapa" de Van Sant. En ese aspecto me parece decoroso que Van Sant se haya adaptado a lo que cuenta especialmente en este momento en el que parece que estamos dando pasos de cangrejo con respecto a lo conseguido por Milk.

Estoy de acuerdo contigo con respecto a esa escena final del asesinato. Es uno de los mejores momentos de la película.

Un abrazo,

Mónica

Carles Matamoros dijo...

Sí, todos tenemos de comer. Y yo seré el último en recriminarle eso al bueno de Van Sant. Sólo que su peli apunta caminos interesantes y no los concreta. Y me parece que el tema, que le toca muy de cerca, lo merecía.

Pero, bueno, es saludable que un blockbuster pueda dedicarse a una figura gay sin que nadie se asuste. Aunque algunos multicines comerciales de Barcelona se han olvidado de ponerla en sus carteleras. ¿Por qué será? Será casualidad o es que soy un malpensado y nio quieren incomodar a su clientela...

Jesús Cortés dijo...

Yo no estoy muy de acuerdo con lo que dices. Me parece una película muy buena, inferior a "Paranoid Park", pero excelente de todas formas. Creo que Van Sant ha cuidado mucho la preparación de cada escena, ha hecho una reconstrucción de un tiempo y un lugar de las mejores qeu ha dado el cine en los últimos años (con el mínimo de elementos y recurriendo al archivo sin que moleste), ha sabido insuflar vida a sus personajes y, como Eastwood en "Changeling" (y más aún en "Gran Torino") ha sostenido un ritmo narrativo y visual que hace que la película no pierda nunca interés. Podría haber sido un biopic lacrimógeno y panfletario y resulta ser una crónica sobre la lucha contra la intolerancia de gente de la calle, sin superhombres (Milk es decidido y testarudo, pero no Superman) y llena de humor (hasta en el dramático final), que hace que recuerdes a estos personajes con cariño y sin pensar ya en por qué luchaban. Por su vida.

Carles Matamoros dijo...

Hola Jesús. Admito que el artículo es un poco duro con Van Sant y es cierto, como tú dices, que los personajes despiertan cariño, se huye de lo lacrimógeno y se propone una defensa justa de una causa que lo merece.

Aunque, a mi modo de ver, son méritos que se le suponen al bueno de Gus que, dado su considerable talento, podría haber aprovechado la ocasión para hacer una película más política y más arriesgada formalmente (algo que sucede, por ejemplo, en las excelentes Zodiac y Buenas noches, Buena suerte) sin que eso estuviese desligado de un relato de interés para el gran público.

No sé. Pienso que Milk es un biopic muy digno, pero que si no fuese por el tema que trata, tampoco llamaría mucho la atención.

Saludos,
Carles

PD:El Intercambio es una película excelentemente dirigida, pero que me temo que adolece de un guión demasiado plano y maniqueo en la construcción de los personajes. A ver, si puedo ver Gran Torino y es una propuesta mejor del bueno de Clint.

Jesús Cortés dijo...

Carles:
Pienso que a "Zodiac" le sobraba más de tres cuartos de hora y aún así es la mejor película que ha hecho Fincher junto a "Seven".
"Good night and good luck" era floja para mi gusto, para nada comparable a "Milk".
"Gran Torino", sin llegar a "Million dollar baby", es la mejor película de Eastwood en esta década, la única que toma riesgos ya desde el planteamiento y los lleva hasta sus últimas consecuencias, aunque adolece, como todo lo último que está rodando de un guión más sólido. Quizá está dejando en manos de escritores para cine lo que debiera dejar en manos de guionistas de cine. Añun así, es de los pocos directores que sabe contar una historia de forma clara y sin artificios, un narrador de la vieja escuela como ya no queda casi ninguno.

Anónimo dijo...

Hola, qué tal?? Buena reseña de una peli que no me entusiasmó. Creo que van Sant se queda a dos aguas, entre rodar un producto de estudio y dejar su impronta experimental. Como todo biopic, en ciertos tramos pierdo interés, y la emoción del final queda sepultada por el peso ideológico que da sentido y ha engendrado la película. Correcta, pero sin apasionar.

Un saludo.

Tomas.


www.ninnystar.blogspot.com

Carles Matamoros dijo...

Hola Tomás,

Me alegro que alguien más comparta mi opinión sobre la peli. Acabo, por cierto, de echar un vistazo a tu blog y veo que estás muy al día en cuanto a (pre)estrenos. Cuando pueda, te añado a mi lista de enlaces.

Saludos y gracias por escribir por aquí.