La imagen errante (Lang, 1920)
Todo cinéfilo tiene algo de arqueólogo. Se pasa la vida indagando, partiendo en búsqueda de (re)descubrimientos, de obras recónditas que alimenten su pasión por las imágenes en movimiento y que, a su vez, den luz a la realidad presente y perpetúen su curiosidad. Pocos cineastas dan tanto lugar a este tipo de encuentros como el mismo Fritz Lang. Considerado justamente como uno de los directores más relevantes de la historia, la suya es una obra que invita a constantes relecturas y que aún hoy permite elucubraciones de muy diversa índole, ligadas, en ocasiones, al relato fabulesco que el propio Lang formuló sobre su vida en calculadas intervenciones públicas (...).
Policía Python 357 (Corneau, 1976)
El cine es un arte de vampiros, de mutaciones, de reciclaje. Los géneros, que tanto fomentaron la clasificación del público y la pereza del crítico durante el período clásico, carecen hoy de buena parte de sus elementos arquetípicos y no han hecho más que evolucionar al ritmo del presente. Bien es cierto que predominan los remakes y los homenajes más bien discretos, pero sería injusto quedarse en la superficie y obviar las transformaciones a las que aún siguen sometiéndose el western, la comedia o la ciencia ficción. Quizá por su aspereza, por su tratamiento realista, por su insobornable estética, el cine negro -al que hoy, en su forma actual, solemos denominar thriller- es el que nos ha proporcionado una gama mayor de registros desde distintos países y ópticas vitales. A la, por ejemplo, aún parcialmente desconocida cosecha japonesa -especialmente con las películas de yakuzas de los años 50 y 60-, cabe añadir la existencia del polar francés, un (sub)género evidentemente noir que heredó códigos estadounidenses y los aplicó (con nuevos lenguajes) a realidades políticas locales de profundo calado social (...).
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