viernes, 18 de diciembre de 2009

El amigo Seijun Suzuki

Pack Seijun Suzuki (Avalon/Filmoteca Fnac)


Reivindicado por notorios sectores de la crítica y referencia ineludible para autores contemporáneos como Jim Jarmush o Quentin Tarantino, Suzuki era, hasta hoy, un célebre desconocido en España. La edición de tres de sus títulos más relevantes de la etapa en los estudios Nikkatsu viene a paliar esta notoria ausencia del que es, sin duda, uno de los autores de serie B más singulares que nunca han surgido de Japón. (Leer artículo con detalles en Cinearchivo o las reseñas a continuación)




Gate of flesh (1964)

Inspirándose libremente en una exitosa novela de Tajiro Tamuda ambientada en el Japón ocupado posterior a la II Guerra Mundial, Suzuki logra aquí la más celebrada de las adaptaciones cinematográficas de tan trágica historia. Huyendo del despojo narrativo, el “realismo”, la verosimilitud y la crudeza expositiva, la suya es una obra que oscila entre el melodrama erótico, la experimentación formal y el puro goce estético. Protagonizada por un reducido grupo de selectas prostitutas -cada una viste con un llamativo color acorde a su carácter-, la película da un vuelco con la irrupción de Shi, un ladrón y excombatiente que convive (en un sótano) con ellas y pone en crisis las estrictas normas que guían su conducta.


Abocadas a una existencia desesperada, las coloristas prostitutas tienen una regla ineludible: no ofrecer sexo gratuitamente. El amor, por tanto, ha quedado relegado de sus vidas; pues, a falta de valores materiales, su cuerpo es lo único que tienen que ofrecer a los escasos ciudadanos con posibilidades económicas para contratar sus servicios (esencialmente, soldados estadounidenses). El atractivo de Shi dará lugar, por tanto, a los celos y al más temible de los castigos para la que decida acostarse con él sin dinero de por medio: la tortura y el escarnio público. El esperado dramatismo causado por todo este angustioso panorama (al que se añade el desquiciado retrato de una ciudad tan bulliciosa como miserable) nunca contaminará, sin embargo, la prosa de un Suzuki que, consciente de que su público esperaba de él cintas exploitation, dará rienda libre a su imaginación y no escatimará escenas pasadas de vueltas (la degollación de una vaca o un número musical) que restarán gravedad al conflicto íntimo y general.


Aun con su tono “festivo”, sería injusto menospreciar la capacidad turbadora de la película (que empieza con una mujer hambrienta en la calle) por alejarse de la rigurosidad de un Kenji Mizoguchi o un Mikio Naruse. Pues, ante todo, Gate of flesh ofrece una gráfica reivindicación de los placeres carnales (“En la vida no hay más que comer y amar”, dice uno de los personajes) que aparecen como la única alternativa factible en un mundo donde apenas es posible sobrevivir. Incorporando varios de los recursos estéticos que inundarán su obra posterior (superposiciones visuales, coreografías, saltos temporales abruptos, juegos con los focos), Suzuki da cuenta del poder plástico del cine y, a su vez, logra que una pequeña historia perdure en nuestras retinas, transmitiéndonos un fuerte deseo de vivir al límite de lo socialmente aceptable.



Tokyo Drifter (1966)

Si acaso uno de los ejercicios estéticos más deslumbrantes que el cine nunca ha mostrado en el uso del color -uno piensa en Douglas Sirk, en Stanley Donen o en R.W. Fassbinder-, sería fácil considerar Tokyo Drifter la obra cumbre del Suzuki más desatado y genuinamente pop. Algo que sólo cuestionarían sus últimos dos trabajos: Pistol Opera (2001) y Princess Raccoon (2005). Sea como fuere, es fácil constatar aquí una asombrosa depuración estética -a la que ayuda, y mucho, la dirección artística de Takeo Kimura- en la que los excesos (que siguen bien presentes) han sido reconducidos en pos de un relato milimétrico de acción que, aun conservando los elementos de los yakuza eiga, lleva al espectador por senderos inesperados donde (tal como ocurría paralelamente en los spaghetti westerns) lo lúdico no está enemistado con lo épico.


Una pegajosa canción -tarareada constantemente por el protagonista- será el emblema, el leitmotiv, de Tetsu, un yakuza errante (heredero de los samuráis sin clan) que intentará reformarse, asentarse en el mundo, bajo la protección de su capo, convertido ahora en apacible business man. Los golpes bajos -las guerras internas, las heridas no suturadas- darán pronto al traste con todas sus esperanzas y le obligarán a reaccionar, a resurgir cual ave fénix (ése es su apodo) en un Tokyo enamorado de su modernidad plagada de neones, clubs de swing e indumentarias de lo más elegantes.


Será en ese panorama -con su impecable americana azul cielo, eso sí- en el que Tetsu ejercerá de vagabundo (de drifter) en defensa de sus propios ideales y en enemistad progresiva con los que aún creía que eran sus aliados. Aunque le cueste aceptarlo, debe emprender su camino en solitario y no le será fácil. Si bien la pasión también tendrá un pequeño espacio en su vida; un oasis en forma de lujoso club nocturno; una suerte de Rick’s Café en el que canta seductoramente su amante, esperando ingenuamente una calma que nunca llegará. Perseguido y traicionado, Tetsu se moverá por los escenarios pensados por un Suzuki alejado de toda coherencia arquitectónica y guiado por un imaginario de ensueño donde el atardecer se pintará (literalmente) de naranja, el duelo fundirá las luces a negro y la presencia del perseguidor se iluminará en rojo.


Una lluvia de colores y de cromatismos (ya presentes, en menor medida, en Gate of flesh) que vendrán a determinar estados de ánimo de los personajes y que aparecerán en unas secuencias de acción trufadas de detalles (el susurro de la melodía para advertir la presencia de Tetsu en fuera de campo, la tensión en la maquinaria del desguace de coches) donde no importará tanto lo que sucede sino cómo sucede. Y es que tal como ocurre en algunos filmes de Brian de Palma (léase Femme Fatale, por ejemplo), el esteticismo extremo lo es también (casi) todo para un Suzuki que aquí, incluso, dedica un delirante homenaje a los saloons norteamericanos en una coreografiada secuencia donde luchan cabareteras, borrachos y pistoleros. Lo dicho. Una joya para quien quiera (quien sepa) disfrutarla.




Branded to kill (1967)

Fruto tanto de la irrepetible escena cinematográfica de su tiempo (en la que la nueva ola japonesa extremaba algunos de los preceptos de la nouvelle vague), esta película significó tanto el ostracismo de Suzuki durante muchos años (tras su realización fue expulsado de los estudios Nikkatsu al ser considerado, éste, un trabajo “poco comercial”) como el inicio de su reivindicación (a partir de los 80, especialmente) por la cinefilia occidental. Radical bienvenida al universo del cineasta japonés, Branded to kill es la más sofisticada e inabarcable de todas sus obras; la prueba viva de un director maduro que puso toda la carne en el asador y que se expresó en completa libertad.


No me atrevería a considerarla una pieza imprescindible de la historia del cine (“una obra maestra”, que dirán muchos de sus defensores), pero sí una de las cintas más bizarras y singulares a las que un espectador actual (o de cualquier época) puede enfrentarse. Quizá sus desvaríos y su estructura desequilibrada formen parte de su encanto (este es un filme que no puede juzgarse según los viejos patrones de “perfección” y “armonía”), pero, en ocasiones, restan fuerza a muchos de sus logros (esencialmente formales) e impiden el gozo plástico absoluto del público. Aun así, el visionado del filme sigue siendo hoy una experiencia antológica para todo cinéfago o connoisseur que se precie.


Dicho esto, permítanme que acuda a uno de los aforismos más celebrados de Jean Luc Godard. Aquél, según el cual, sólo son necesarios una chica (o varias) y una pistola (o más de una) para construir una película. Si le sumamos a esos elementos el imponente rostro -con incluso pómulos operados para resaltar su belleza (!)- del actor fetiche de Suzuki, Jo Shishido, ya tenemos la esencia de Branded to kill. Una película que vendría a ser a las cintas de yakuzas lo que Death Proof es a las de persecuciones automovilísticas: una deconstrucción, entre lúdica e intelectual, de los mecanismos del género que funciona tanto a un nivel visceral como reflexivo.


La fina trama gira alrededor de una inaprensible competición entre asesinos en serie (varios gángsteres discuten, en varias ocasiones, sobre quién es el “número 2”, el “número 4” o el escurridizo “número 1” de tan extraña lista) en la que nuestro hombre debe llevar a cabo una serie de “encargos”. La coherencia de sus acciones se verá pronto violentada por el montaje de Suzuki que partirá constantemente su relato -es difícil distinguir las digresiones de la línea narrativa central- hasta el punto de dejar noqueado al espectador que, constantemente, deberá reubicarse y aceptar las elipsis, las roturas del raccord y los desvíos temáticos (del sexo descarnado a lo pesadillesco, pasando por lo humorístico) en pos de la brillantez de las secuencias por sí mismas.


Tomando prestados elementos del género noir -el sofisticado B/N, la música jazz, la figura de la femme fatale, el tono fatalista-, el cineasta formula un universo propio e infranqueable -en el que la cámara se suele situar a una cierta distancia, para contemplar planos abiertos en los exteriores o geométricos encuadres en los enclaustrados interiores- donde sobresalen la impagable resolución de los crímenes -en pocos planos, de gran precisión, claridad y originalidad (ojo al asesinato por la tubería homenajeado posteriormente por el Jarmush de Ghost Dog)- y el singular diseño de los escenarios (entre Kafka y Brecht, por citar a autores occidentales). Todo con un delicioso gusto por lo jocoso -aquí no hay lugar a excesos intelectuales-, por lo bello y por lo que solemos llamar placeres culpables. Pocas veces la serie B estuvo tan cerca de la vanguardia.



domingo, 6 de diciembre de 2009

Lang & Corneau (más cine a descubrir...)

He aquí un par de textos más (publicados en la sección de dvds de Cinearchivo) sobre dos películas estimables un tanto olvidadas: La imagen errante y Policía Python 357.


La imagen errante (Lang, 1920)

Todo cinéfilo tiene algo de arqueólogo. Se pasa la vida indagando, partiendo en búsqueda de (re)descubrimientos, de obras recónditas que alimenten su pasión por las imágenes en movimiento y que, a su vez, den luz a la realidad presente y perpetúen su curiosidad. Pocos cineastas dan tanto lugar a este tipo de encuentros como el mismo Fritz Lang. Considerado justamente como uno de los directores más relevantes de la historia, la suya es una obra que invita a constantes relecturas y que aún hoy permite elucubraciones de muy diversa índole, ligadas, en ocasiones, al relato fabulesco que el propio Lang formuló sobre su vida en calculadas intervenciones públicas (...).




Policía Python 357 (Corneau, 1976)

El cine es un arte de vampiros, de mutaciones, de reciclaje. Los géneros, que tanto fomentaron la clasificación del público y la pereza del crítico durante el período clásico, carecen hoy de buena parte de sus elementos arquetípicos y no han hecho más que evolucionar al ritmo del presente. Bien es cierto que predominan los remakes y los homenajes más bien discretos, pero sería injusto quedarse en la superficie y obviar las transformaciones a las que aún siguen sometiéndose el western, la comedia o la ciencia ficción. Quizá por su aspereza, por su tratamiento realista, por su insobornable estética, el cine negro -al que hoy, en su forma actual, solemos denominar thriller- es el que nos ha proporcionado una gama mayor de registros desde distintos países y ópticas vitales. A la, por ejemplo, aún parcialmente desconocida cosecha japonesa -especialmente con las películas de yakuzas de los años 50 y 60-, cabe añadir la existencia del polar francés, un (sub)género evidentemente noir que heredó códigos estadounidenses y los aplicó (con nuevos lenguajes) a realidades políticas locales de profundo calado social (...).

sábado, 5 de diciembre de 2009

La imagen de Estados Unidos

No sólo de cine vive el hombre. También escribo, a veces, de política y en catalán.

domingo, 29 de noviembre de 2009

L'Alternativa 2009

No es fácil elegir un camino en L’Alternativa. No hay pases de prensa, no se repiten sesiones y el total de títulos programados está más allá de lo que un (o dos) cronista(s) pueda(n) asumir. Aun así, no vamos a quejarnos. En la variedad está el gusto y dentro de lo (poco) que pudimos ver hubo propuestas de lo más interesantes. Es cierto que, tras ocho días, seguimos sin tener claro el perfil de cine (y de espectador) que proyecta este certamen (que bajo el paraguas de independiente da cabida a obras muy dispares; que, eso sí, suelen ser de escaso presupuesto e intenciones autorales/sociales) cada vez más consolidado gracias a unos precios módicos y a un espacio privilegiado: el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.


Sea como fuere, en su ya decimosexta edición que, tal como suele ser habitual, se solapó parcialmente con el festival de Gijón (con la pérdida de público objetivo y sobre todo de medios acreditados que eso conlleva), el evento dedicó una amplia retrospectiva a la indispensable figura de Basilio Martín Patino, a la inédita documentalista Dalila Ennadre y a dos cinematografías que han dado que hablar en los últimos años: la rumana (con filmes de antes y después de 1989) y la mexicana (con títulos de los últimos cinco años). A todas estas obras se deben sumar las que se pudieron visionar en las tres secciones competitivas del certamen: la de cortometrajes, la de largometrajes de ficción y la de largometrajes documentales (una distinción, la de estas dos últimas, que, a mi entender, carece de sentido) donde se aglutinaron títulos recientes programados (y, en general, marginados) en otros certámenes internacionales.


A continuación, daremos cuenta de una serie de filmes entre los que es difícil establecer líneas de contacto que despertaron nuestro interés. Quizá se nos escapó Poliţist, Adjectiv (Corneliu Porumboiu, 2009), la película estrella del festival, pero pensamos que algunos de los trabajos comentados aquí son de similar o mayor atractivo que el aclamado título rumano (...)


LEER ARTÍCULO COMPLETO EN MIRADAS (By Peris & Me)


sábado, 28 de noviembre de 2009

El fútbol toma el cine


En tanto que espacio sagrado para los cinéfilos, la sala de cine ya hace tiempo que ha perdido su mística y progresivamente va dando pruebas de sus nuevos usos. Es el signo de los tiempos y no hay que rasgarse las vestiduras por ello. 51 salas darán el partido de mañana (con el sold out garantizado) en el que parece la puesta en marcha de un negocio en alza que va a continuar en próximas jornadas de la Liga de Fútbol Profesional. Está por ver si, más allá del Barça-Madrid, muchos espectadores se decantarán antes por el cine que por el bar o el salón de casa, pero parece evidente que, sin este tipo de acontecimientos, las salas tienen las de perder. Y a los que aún nos sigue fascinando la idea de ver películas en pantalla grande no nos debería molestar que los cines sobrevivan. Sin ellos, poco tenemos que hacer.

Ahora bien, ¿qué haran los no futboleros los domingos por la tarde? Antes se decía que una buena alternativa para huir del fútbol era visitar el cine... Ahora es posible que allí te encuentres con más fanáticos que en el bar de la esquina. En cuanto a mí, ningún problema. Veré el derby en el campo, a la vieja usanza. Y seguiré reivindicando sin ruborizarme que ciertos partidos son también una obra de arte.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Partir: ni frío ni calor

He aquí un artículo sobre una película que me interesa más por lo que trata (un tema, universal) que por cómo lo trata. Hay mejores opciones en la cartelera, pero también peores...

Por cierto, desde hoy ya se pueden hacer comentarios en Miradas...espero que os animéis a participar!

Saludos,
Carles

lunes, 16 de noviembre de 2009

In-Edit 2009

El amigo Antoni Peris y un servidor tuvimos la ocasión de ver unos cuantos documentales musicales (y algún que otro reportaje más bien plomizo) en el In-Edit 2009. En Miradas hemos publicado una crónica conjunta en la que seleccionamos lo que más nos interesó. Se comentan obras ciertamente estimulantes. ¡Háganse con ellas!

sábado, 14 de noviembre de 2009

Herzog/ crítica subjetiva/ cine de autor

En Miradas se ha publicado un estudio dedicado a la figura (cada vez más relevante) de Werner Herzog. Mi aportación se limita a un artículo a propósito de Cobra Verde que podéis leer aquí o a continuación:


El autor desorientado

A propósito del estreno de esa gozosa joya manierista que es Los abrazos rotos, Pedro Almodóvar reabría uno de los debates internos más reiterativos de la crítica de arte cuando admitía “que se han hecho unas reflexiones maravillosas sobre mi cine en las que yo no había pensado” y, a su vez, reivindicaba el derecho a la subjetivad, “e incluso a la arbitrariedad”, de quien escribe sobre sus películas. Sus palabras (recogidas en una entrevista de Carlos F.Heredero y Carlos Reviriego publicada en el número 21 de Cahiers España) nos obligan a enfrentarnos, de nuevo, a nuestra forma de mirar el cine y a cuestionarnos sobre los presuntos límites que debemos marcarnos como opinadores. Defensor (como soy) de la crítica creativa (para nada enemistada con la analítica) no puedo estar más de acuerdo con el realizador manchego y pienso que, aunque en ocasiones se digan barbaridades sin ton ni son (en las que no sólo se ha perdido el rigor sino también el sentido común), uno suele encontrar lecturas inesperadas y enriquecedoras gracias a la saludable libertad interpretativa del crítico. Pues desde que un filme es proyectado por primera vez, éste deja de pertenecer (sólo) a su creador y forma parte ya del imaginario individual de los cinéfilos que tienen la ocasión de visionarlo (e interpretarlo) a su manera.

Dicho esto, cuando me enfrentaba de nuevo a un título tan fallido como Cobra Verde no podía más que dejarme guiar por la (escasa) emoción que éste me transmitía. Por mucho que mi admiración por su responsable (Werner Herzog, uno de mis realizadores predilectos) me pesase como una losa y suavizase —de algún modo— un discurso que, en otras circunstancias, no sería tan condescendiente como éste y sí más amargo. Quizás, pese a que la película no me había convencido, no podía escapar de la teoría cahierista de los auteurs que tanto ha condicionado mi (nuestra) forma de mirar el cine. Algo que, a estas alturas, ya deberíamos haber superado. Porque, aún habiéndonos (re)descubierto cineastas geniales que nadie había tomado antes en tanta alta consideración (de Hawks a Hitchcock), los célebres críticos franceses también propiciaron (involuntariamente) la aparición de todo tipo de farsantes que, partiendo de unas marcas de estilo más o menos originales, nos iban a vender gato por liebre. Ha pasado siempre en el mundo del arte y seguirá pasando. Pero, por ello, creo que, más que nunca, hoy conviene dudar de los hypes críticos (cada temporada hay unos cuantos) y, a su vez, evitar los (pre)juicios positivos (o negativos) de un filme en función del firmante de la obra en cuestión. Algo que nos sirve para el caso de Cobra Verde. Una película que confirma que no todo lo que filma un autor de relumbrón es necesariamente sugerente. Una conclusión razonable y aparentemente lógica, pero no tan asumida como creemos. Y más cuando, en este caso, se trata de un filme en el que uno se da con todas las señas de identidad que han hecho relevante para el mundo del cine a su director.

Concretamente, aquí nos encontramos ante la última colaboración entre Klaus Kinski y Werner Herzog. Ambos mantuvieron una relación de amor-odio que quedó plasmada en los rabiosos fotogramas que nos han dejado y que llegó a su fin con la secuencia final de Cobra Verde en la que el actor aparece perdido, descolocado, superado por la inmensidad del mar y abrumado por una clausura tan poética como crepuscular. Hasta ese bello instante —de lo más apreciable del filme, por su fuerza simbólica—, asistimos a un nuevo viaje; al clásico filme-exploración en el que el cineasta alemán enfrenta a un personaje extremo (Francisco Manoel da Silva) con una civilización autosuficiente y aislada —para lo bueno y para lo malo— de las costumbres de occidente (una tribu del oeste de África). De ese choque (que en esta ocasión proviene de la pluma del novelista Bruce Chatwin) nacen conflictos y una cierta simbiosis que surge progresivamente entre el colonizador y el colonizado. La estructura errática y descompensada del relato impide, sin embargo, la implicación del espectador en este proceso de acercamiento que no desprende el mismo interés de otras propuestas en la misma línea del director germano como pueden ser El enigma de Kasper Hauser (Jeder für sich und Gott gegen alle, 1974) o Aguirre, la cólera de Dios (Aguirre, der Zorn Gottes, 1972).

Asumiendo este naufragio narrativo, uno sólo se puede tomar Cobra Verde como una obra antropológica en la que el mayor interés se encuentra (de nuevo) en la vertiente documental subyacente en el descompensado aire novelesco de la película. En este sentido, hay una serie de secuencias ciertamente asombrosas que sobresalen por encima de un guión que sólo funciona a ráfagas. Una de ellas seria la que muestra la entrada napoleónica del personaje de Kinski en un edificio en ruinas inundado por cangrejos; otra sería la que nos muestra a un “coro de monjas” cantando y bailando frente a la cámara. Por lo demás, los constantes insertos de planos en los que aparece la mirada extravagante y furtiva de un loco —un personaje secundario que viene a reflejar la reacción perpleja de su sociedad ante la invasión colonial— y la acertada plasmación de la soledad del protagonista —en un plano interior fijo y lejano durante la secuencia del dietario— nos ayudan, al menos, a intuir las (buenas) intenciones de una película pretendidamente alegórica, pero definitivamente equívoca.

Una verdadera lástima; pues se trata de una obra que, aún dando buena cuenta de las obsesiones de Herzog, no hace justicia al talento del realizador alemán y sólo nos sirve para evidenciar que no existe una fórmula autoral para cocinar grandes películas. Por mucho que, a priori, dispongamos de los mejores ingredientes (el concepto, el espacio, los intérpretes) para conseguirlas.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Muestrario de dvds

Los días pasan y se suceden los lanzamientos potentes en dvd. En este último mes he escrito sobre películas desiguales (en interés e importancia) en Cinearchivo. A continuación, os dejo los enlaces. Pero eechar un vistazo a lo los lanzamientos navideños que nos llegan: Branded to kill, Shoah, La imagen errante... ¿Acaso empezaremos a dejar de ser un país tercermundista en cuanto a distribución (legal) se refiere?


Still Walking: Invocar el fantasma de Yasujiro Ozu es casi un acto sacrílego, una temeridad del crítico o del realizador que no suele estar justificada. Aun así, en los últimos tiempos, parecen ser muchos los directores que se miran en el espejo del maestro japonés e intentan dar con las claves de un cine que, año tras año, va aumentando su importancia en el imaginario cinéfilo. Puede que el ejemplo más célebre sea el de Hou Hsiao Hsien que en su minimalista Café Lumière supo actualizar desde una óptica personal los motivos temáticos y visuales del responsable de Cuentos de Tokio para celebrar el centenario de su nacimiento (...)

A ciegas: Recuerdo con cierta perplejidad el revuelo que levantó en los medios de comunicación el estreno mundial de A ciegas. La novela original de José Saramago (publicada en 1995) había cosechado, en general, buenas críticas y pocos habían puesto en cuestión su presunta ética en el tratamiento de la ceguera. La plasmación cinematográfica de Fernando Meirelles —recibida con una considerable frialdad en Cannes despertó, sin embargo, la ira de la Federación de Invidentes estadounidense que llegó a manifestar, a través de su director ejecutivo, John Paré, que «tanto el libro como la cinta tratan a los ciegos como incapaces de hacer cualquier cosa e incluso como adictos y criminales» (...)


Octubre: Hubo un tiempo en que el cine servía para levantar acta, para dictar sentencias e imponer ideologías a las masas. Sucedió con los más grandes del mudo, con Leni Riefenstahl, con David W.Griffith y, obviamente, con Sergéi Eisenstein. Pero también, con más sutileza, en los géneros clásicos del sonoro. Sin ir más lejos, estimar la importancia ideológica de los westerns es, hoy por hoy, una obviedad. Para bien y para mal, la tendencia se ha difuminado con el paso de los años y en estos tiempos de pensamiento débil son pocos los cineastas que sustenten sus propuestas en una tendencia política clara. Quizá las grandes producciones del presente no sean inocentes (detrás de ellas, siempre suele verse un modo —generalmente conservador— de entender el mundo), pero ya no se busca transformar la sociedad (...)



La duda: Los prejuicios (o las expectativas, si prefieren) suelen condicionar en exceso el visionado de (casi) toda película. Lo intentamos. Pero por mucho que huyamos de las impresiones previas, éstas acaban influyendo notoriamente en nuestra valoración final. En ocasiones, tan sólo tenemos un dato (las nominaciones o los intérpretes, por ejemplo) o una imagen (o un cartel) del filme en cuestión y, aun así, no podemos resistirnos a presagiar y a intentar encuadrar en un contendedor (genérico o no) lo que vamos a ver a continuación. Eso puede suceder, sin duda, ante una película «de prestigio» como la que da pie a este comentario (...)

sábado, 7 de noviembre de 2009

Recuerdos desde los States...


Queda ya un poco lejos el viaje cruzando en carretera los Estados Unidos, pero aún perduran los ecos. De recuerdos, conexiones y experiencias va el artículo que he publicado sobre ello en Transit. Espero que, ombliguismos aparte, os pueda interesar. El cine es sólo un elemento más.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Transit 2.0.

Aún quedan elementos por pulir y varios aspectos por mejorar, pero ya está online el segundo número de Transit con un importante lavado de cara interno y externo. Moméntanemente no están colgados los artículos del primer número, pero los subiremos en cuanto los adaptemos al nuevo diseño. De momento, podéis leer los 19 textos que presentamos para estos dos últimos meses del año. Esta vez ha habido lugar tanto para estrenos comerciales como para creaciones audiovisuales o revisiones de títulos que merecen ser (re)descubiertos constantemente. Esto solo ha empezado (otra vez), pero los cimientos de la web nos permiten vislumbrar un futuro optimista donde abrimos la puerta a todo aquel que quiera participar y/o aportar ideas al proyecto.


Muchas gracias a todos.

PD: Muy a nuestro pesar hemos editado todos los textos según la última normativa de la RAE que recomienda, por ejemplo, no acentuar nunca los pronombres "este", "ese", "aquel" o el "solo" aunque sustituya a solamente...

martes, 3 de noviembre de 2009

Los últimos coletazos de Michael Jackson


No va a durar mucho más en cartel y, pese al importante éxito del día inagural, el documental musical sobre Michael Jackson tampoco está arrasando cómo se preveía. Aun así, This is it es un producto más bien digno que interesará a los que estén hartos de sensacionalismo sobre el cantante estadounidense y se interesen por su obra en sí. No es, claro, una película excepcional pero al menos no genera indignación. He hablado de ella en forma de crónica-crítica en un artículo publicado hoy en Miradas.

Sed buenos!

lunes, 19 de octubre de 2009

Adéu, Sitges


Ha pasado una semana y apenas he tenido tiempo para reflexionar. Sitges es ya un recuerdo lejano y, entre tanto, ¡han acontecido tantas cosas! Incluso la muerte de mi querido Andrés Montes con el que crecí viendo baloncesto en las madrugadas y al que echaré mucho de menos (aunque sus retransmisiones futbolísticas nunca me convencieran). La cosecha de cine fantástico en mi segundo fin de semana fue más que aceptable. Aunque me perdiera Moon, la ganadora, y tres de las películas que más llamaban mi atención: Enter the void, Vengeance y Symbol. Espero que haya otra ocasión. También para recuperar la griega y la francesa, premiadas por crítica y jurado joven. Pero vamos a lo que vimos.

Y seamos breves. Un par de confirmaciones de lo ya visto en Venecia: The Road no es para tanto (es incluso molesta en su corrección y sensiblería) y Accident es un thriller muy sofisticado y excelentemente rodado (aunque se eche en falta un poco de emoción y me sobre un giro final explicativo). En el terreno más cercano al cine de autor, La terre de la follie es un divertimento en forma de crónica negra y Morphia es distinta en su sarcasmo a la mayoría de las cintas situadas en los albores de un conflicto histórico (la revolución rusa). Amer es la película más estimulante del festival en su relectura lúdica y sensorial del giallo (tocará extenderse sobre ella). Por su parte, La casa sin fronteras es una de las propuestas españolas más tenebrosas que uno recuerda (el fantasma del Opus Dei planea en este clásico olvidado) y Los Ojos sin rostro (de Franju) es una obra bellísima que debería ocupar un espacio privilegiado en la historia del fantástico más elegante y despiadado.

Cargo y Loft son propuestas más bien aburridas y desaprovechadas (sobre todo la primera) mientras que Van Diemmen's Land es una más que aceptable versión de Viven! a la Malick. Por último, pude disfrutar de una doble maratón con (por fin) hemoglobina a tutiplén. Dead Snow es tan divertida como intrascendente. The loved ones da un paso más allá y es una de las cintas exploit más bien filmadas que recuerdo. Y no (sólo) da risa.

De casi todas ellas y de algunas más se habla en el especial de Miradas dedicado al festival. Mi pequeña aportación se limita a unos breves apuntes sobre
Van Diemmen's Land y The loved ones. No se pierdan el conjunto de textos. Seguro que sacarán un balance más claro del festival que el que yo tengo en la cabeza. Demasiado cine. Demasiadas cervezas. Demasiados pocos días en Sitges.

lunes, 5 de octubre de 2009

Apuntes desde Sitges

Fui feliz estos primeros tres días en Sitges. He vuelto al curro y me siento absolutamente fuera de lugar, incapaz de retomar el ritmo e incubando una posible gastrointeritis. ¿Serán las pizzas y los bocatas? Estoy seguro que la cura (si es que realmente me pongo enfermo) llegará cuando vuelva a finales de semana a la costa catalana y me vea un montón de pelis que me apetece disfrutar en compañía. La comida y la bebida ya serán otra historia. Por ahora, todo está siendo muy interesante. Y he gozado -con la primera acreditación para Transit mediante (!!!)- con la presencia de caras conocidas, amigos, camaradas y cineastas que nunca me fallan. No sé. Supongo que se puede ser feliz dentro y fuera de un cine. O en los dos sitios a la vez.

Será que estoy optimista, pero, a excepción de Crows 2 (que tiene sus momentos y sus buenas hostias, no vamos a negarlo), he disfrutado de casi todo lo que he visto. No entraré en análisis (eso ya llegará, o no), pero me gustaría deciros que, aun siendo (semi)fallida, la de mi querido Tsai (Visage) no es el desastre que se dijo (hay encuadres para enmarcar), la de Raya Martin (Independencia) tiene bastante tela (en el buen sentido) y, sin ser una obra total, es muy estimulante para los consumidores de cine-club (compañeros de butaca dixit), la de Marine de Van tiene su aquel (aunque al final se pierda en obviedades) y las dos de animación -Musashi y Summer Wars- merecen la pena por su variedad de registros y golpes ingeniosos. La primera peca de densa, la segunda de noña. Las dos sin embargo conforman un buen cocktail.

Y hasta aquí las novedades. Por ahora, estoy viendo más retrospectivas y poco o nada sé aún de la sección oficial. Espero que el maratón del último día colme mis ansias de vísceras y novedades. Porque Sitges es un festival de cine de terror y uno no puede irse sin una gran sesión nocturna entre fans. Por cierto ¡Corman es muy grande! Y Vincent Prince ni te digo...Recuperad El péndulo de la muerte cuando podáis. No envejece.

sábado, 12 de septiembre de 2009

66 Mostra de Venecia (y4)

Ciao ragazzas y ragazzos!

Acabo de volver de Venecia y por lo que veo ya se ha colgado en Miradas mi última crónica de ayer. Ha sido un viaje accidentado, pero muy satisfactorio.Ya tenemos el discutible palmarés, pero aquí os propongo unos premios alternativos y una lista ordenada, según mis preferencias, de todos los filmes que he visto. Si alguien se fía de mi criterio, ya sabe a qué atenerse. Cualquier cosa que queráis saber de la Mostra, preguntad!


Palmarés alternativo:
Mejor película:
Between two worlds

Mejor director: Cheang Pou-Soi por Accident
Gran premio del jurado: Lebanon

Mejor guión: Bad Liutenant

Mejor actor: Colin Firth de A single man
Mejor actriz: ex-aquo a las dos abuelas de Lola
Mejor película y documental de Orizzonti: Villalobos


Excelentes
"Accident," Cheang Pou-Soi (China-Hong Kong)
"Between Two Worlds," Vimukthi Jayasundara (Sri Lanka)
"Villalobos," Romuald Karmakar (Germany)

Notables
"I Travel Because I Have to, I Come Back Because I Love You," Marcelo Gomes and Karim Ainouz (Brazil)
"Bad Lieutenant: Port of Call New Orleans," Werner Herzog (U.S.)
"Lebanon," Samuel Maoz (Israel)
"Judge," Liu Jie (China)

Interesantes
"White Material," Claire Denis (France)
"The Hole," Joe Dante (U.S.)
"The Informant!," Steven Soderbergh (U.S.)
"36 vues du Pic Saint Loup," Jacques Rivette (France)
"Tetsuo The Bullet Man," Shinya Tsukamoto (Japan)
"A Single Man," Tom Ford (U.S.)
"Napoli Napoli Napoli," Abel Ferrara (Italy)

Correctas
"Lola," Brillante Mendoza (Filipinas)
"The Men Who Stare at Goats," Grant Heslov (U.S.)
"Pepperminta," Pipilotti Rist (Switzerland)
"My son, my son, what have ye done?", Werner Herzog (U.S.)
"Repo Chick," Alex Cox (U.S.)
"Mr. Nobody," Jaco van Dormael (France)
"The Road," John Hillcoat (U.S.)
"Survival of the Dead," George Romero (U.S.)
"Women Without Men," Shirin Neshat (Germany)
"South of the Border," Oliver Stone (U.S.)


Malas
"Persecution," Patrice Chereau (France)
"The Traveller," Ahmed Maher (Egypt)

Prometedoras (no las he visto, pero tengo buenas referencias)
"Life During Wartime," Todd Solondz (U.S.)
"Lourdes," Jessica Hausner (Austria)
"REC 2," Jaume Balaguero, Paco Plaza (Spain)
"Yona Yona Penguin," Rintaro (Japan)
"Francesca," Bobby Paunescu (Romania)
"Engkwentro," Pepe Diokno (Philippines)
"1428," Du Haibin (China)
"The Man's Woman and Other Stories," Amit Dutta (India)
"Mudanza," Pere Portabella (Spain)

miércoles, 9 de septiembre de 2009

66 Mostra de Venecia (3)

Ordenadores que se estropean. Hoteles que no son lo que parecen. Móviles que dejan de encenderse. Esta Mostra está siendo, sin duda, mi festival más caótico y si no fuera por la ayuda inestimable de algunos camaradas no podría haber seguido el ritmo alto de visionados y haber escrito las crónicas a tiempo. Aquí queda la tercera y penúltima. Esto está a punto de acabar, pero todo sigue en el aire.

Día 7, volumen 3: La guerra irrumpe en el Lido

viernes, 4 de septiembre de 2009

66 Mostra de Venecia

Alejado del barullo del Lido e instalado en una pequeña pensión cercana a la Plaza San Marco, he conseguido situarme, por fin, en la ciudad de los canales y ya me dispongo a dar cuenta de lo que aquí vaya aconteciendo en las próximas jornadas. Esta vez llego con un par de días de retraso y ya me he perdido dos títulos importantes: Rec 2 y el nuevo trabajo de Todd Solondz. Sea como fuere, queda mucha Mostra por delante y, cada dos días, en Miradas de Cine intentaré plasmar mis primeras impresiones. Es difícil preveer lo que nos deparará el festival, pero considerando que, incomprensiblemente, la impresión general del año pasado fue mala (y eso que vimos, al menos, un puñado de títulos brillantes: 35 Rhums, Ponyo, Shirin, Z32, Goodbye Solo, Encarnaçao do Demonio, Las Vegas: Based on a True Story, The sky crawlers o Vinyan) no quiere fiarme de prejuicios e intentaé dejarme llevar por mi propia intuición. ¿Los platos fuertes? A priori, Rivette, Denis, Romero y Tsukamoto. Pero ya se verá...

A continuación, iré colgando, progresivamente, las crónicas:



domingo, 23 de agosto de 2009

La tensión: Public Enemies & Up

No suele suceder, pero hoy coinciden en las carteleras españolas dos filmes indudablemente comerciales (las cifras de taquilla así lo demuestran), Up y Enemigos Públicos, que han puesto de acuerdo a crítica y público, y que, a su vez, nos invitan a reflexionar sobre el futuro del cine popular (y a secas). Ambas propuestas -y a la espera de lo que nos deparará Avatar- vienen a demostrar que las transformaciones tecnológicas no tienen porque estar enemistadas con los logros artísticos. Es más, aunque nos pese a muchos, históricamente han sido precisamente este tipo de innovaciones técnicas (más que las formales) las que han determinado la evolución del lenguaje audiovisual. Algo que aquí vuelve a ponerse de manifiesto. Porque tanto la textura digital del filme de Mann como el diseño visual de la última obra de Pixar abren nuevos caminos narrativos y prometen (si es que otros se atreven a seguirlos) un futuro vivo para las salas donde los blockbusters recuperen una dignidad que habían ido perdiendo a marchas forzadas durante los últimos años.

No entraré aquí en elucubraciones mercantiles, pero sí me gustaría apuntar un aspecto en común (y que, en parte, explica su éxito) que detecto en las dos películas que nos ocupan. Y me refiero a la tensión que subyace en ambas. Según la primera acepción de la RAE, la tensión es "
el estado de un cuerpo sometido a la acción de fuerzas opuestas que lo atraen". En nuestro caso, ese cuerpo bien podría ser el cine popular (o lo que el espectador espera de éste) que tanto en Up como en Enemigos Públicos parece encontrarse en una apasionante encrucijada en la que, mientras mira de reojo su tradicional polo de atracción: el clasicismo, observa las posibilidades de un territorio fresco e innovador que, en su originalidad, incluso resulta chocante para el público.

Bien es cierto que en la producción de Pixar las concesiones a la tradición son mayores (esos apuntes sentimentales respecto al pasado del chico, ese desarrollo más previsible -pese a agradables sorpresas- del segundo tramo de la historia), pero sólo por el arranque de la película -superior incluso al de Walle- uno ya se da cuenta de las posibilidades reales de una narración más sofisticada que, aun con sus reminiscencias a la etapa silente, logra fluir nueva ante nuestra maltrecha mirada cinéfila.

Por otro lado, en Enemigos Públicos se va un poco más allá y el cineasta de Chicago se atreve a ignorar la psicología, romper con la recreación histórica, optar por los planos cerrados y hasta poner por delante las set-pieces al argumento. Todo ello en un relato donde, además, pretende reflexionar sobre la recurrente figura del mito (tanto real como cinematográfica). Quizás Mann peca de ambicioso (pese al brillante tramo final, su película se encalla en una cierta redundancia tras una avasalladora primera hora) y no logra todos sus objetivos, pero sí construye una de las cintas comerciales más desafiantes y deslumbrantes de este siglo. Pues en ella se percibe una extraña tensión entre lo que una vez fue el cine (el género negro clásico, por ejemplo) y lo que puede llegar a ser gracias a las posibilidades del presente. Consciente de ello, el personaje de Dillinger mira por última vez a su pasado cinematográfico en celuloide (encarnado por Clark Gable) para luego desvanecerse y dar paso a la era digital.

Tanto da que luego en el epílogo en el cuartel de policía se retorne al clasicismo y que en los carteles finales se recurra al historicismo (esa obsesión por explicar el devenir de los personajes reales) porque la jugada del cineasta y del personaje es maestra. Puede que, pese a todo, el hipotético espectador de a pie no salga tan satisfecho como en Up (no le han dado, precisamente, lo que esperaba de un thriller de época), pero sí ha logrado vislumbrar las posibilidades de un cine en constante tensión y que sutilmente se está transformado ante sus ojos.

martes, 11 de agosto de 2009

Transit: deseos cumplidos

Todo nacimiento implica un proceso complejo. Los nueve meses de gestación están llenos de imprevistos y, por mucho que nos esforcemos (nos programemos), la llegada del hijo nunca es en la fecha pensada. Al final, si hay suerte y existe la inestimable ayuda de los médicos (o de los informáticos), este nuevo ser ve a la luz y se prepara para iniciar una vida que esperemos sea larga y fructífero. Éste es nuestro afortunado caso. Nuestro hijo (el de Covadonga G.Lahera, Cristina Álvarez y el de un servidor) ha nacido en la red y, aun considerando que no es todo lo ideal que desearíamos, confiamos en educarlo lo mejor posible y covertirlo en uno de los alumnos más aventajados (y más libres) de la clase cinéfila.

Su nombre es Transit y desde hoy os invitamos a conocerlo. Admite críticas y colaboraciones externas. Sus ideales quedan manifestados aquí, pero el margen de crecimiento es amplio. Cada dos meses estaremos allí. Sin preocuparnos en exceso por la actualidad y sí por los experimentos literarios, las derivas varias y los juegos audiovisuales. Todo por el bien de una revista bimestral que llega en son de paz y con entusiasmo inaudito. Gracias a todos por estar ahí. Y esperemos que la disfrutéis y nos ayudéis a mejorarla.

Transit es ya es una realidad palpable.

Muchos abrazos,
Carles Matamoros

PD: Mis dos artículos en este primer número están dedicados a las conexiones entre Mamma Roma y La calle de la vergüenza y a la extraordinaria obra de Gianikian y Ricci Lucchi.