Hoy se ha publicado el especial dedicado a la serie The Wire en Miradas. Los artículos son jugosos y variados. Por mi parte, me encargo de comentar tres capítulos -"All prologue" de la segunda temporada, "Hamsterdam" de la tercera, y "Know your place" de la cuarta- y de hacer una semblanza del David Simon periodista.
Espero que os interesen los textos que ha compilado Óscar Brox, coordinador de esta sección encargada del mundo televisivo. Aquí os dejo el artículo breve que he dedicado al capítulo 3x04, Hamsterdam.
Quedémonos con la primera imagen: un tapiz de la Santa Cena. Inmediatamente después la cámara se desliza hacia abajo y nos muestra a un policía intentando convencer al vecindario reunido —estadísticas en mano— de los esfuerzos que su cuerpo está llevando a cabo para frenar el tráfico de drogas en el barrio. Sin éxito. Deberá subir “Bunny” Colvin al estrado, cual redentor anunciado en el plano inicial, a hablar claro y dejar intuir su revolución: la creación de Hamsterdam. Es decir, la legalización de la venta de estupefacientes en una zona controlada de Baltimore. La ingenuidad (o la osadía) del teniente no choca sólo con la propia realidad —en la que, pese a todo, se pueden conseguir logros mínimos— sino con un cierto estado de las cosas en la ciudad, donde el vacío de poder da lugar a la irrupción de dos nuevas figuras en el mundo de la droga y de la política: Marlo y Carcetti. Aquí conoceremos los métodos del primero, que se mueve con un cinismo mayor al que antaño conoció el veterano “Cutty” Wise que, si bien es incapaz de rehabilitarse como jardinero (luego tendrá un gimnasio), no parece del todo cómodo en el nuevo juego. Un juego más duro (Marlo, el ejecutor fantasma) y más sofisticado (Stringer, el promotor inmobiliario). Un juego que puede seducir a “Cutty” con las luces de una improvisada discoteca, con el olor del humo o con los pechos de una prostituta, pero que tiene fecha de caducidad. Y es que en la nueva era se muere joven y se vive al día. Mientras, de fondo, eso sí, resuena aquella célebre frase de El Gatopardo que tan bien define la estructura cíclica de The Wire: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
Espero que os interesen los textos que ha compilado Óscar Brox, coordinador de esta sección encargada del mundo televisivo. Aquí os dejo el artículo breve que he dedicado al capítulo 3x04, Hamsterdam.
Quedémonos con la primera imagen: un tapiz de la Santa Cena. Inmediatamente después la cámara se desliza hacia abajo y nos muestra a un policía intentando convencer al vecindario reunido —estadísticas en mano— de los esfuerzos que su cuerpo está llevando a cabo para frenar el tráfico de drogas en el barrio. Sin éxito. Deberá subir “Bunny” Colvin al estrado, cual redentor anunciado en el plano inicial, a hablar claro y dejar intuir su revolución: la creación de Hamsterdam. Es decir, la legalización de la venta de estupefacientes en una zona controlada de Baltimore. La ingenuidad (o la osadía) del teniente no choca sólo con la propia realidad —en la que, pese a todo, se pueden conseguir logros mínimos— sino con un cierto estado de las cosas en la ciudad, donde el vacío de poder da lugar a la irrupción de dos nuevas figuras en el mundo de la droga y de la política: Marlo y Carcetti. Aquí conoceremos los métodos del primero, que se mueve con un cinismo mayor al que antaño conoció el veterano “Cutty” Wise que, si bien es incapaz de rehabilitarse como jardinero (luego tendrá un gimnasio), no parece del todo cómodo en el nuevo juego. Un juego más duro (Marlo, el ejecutor fantasma) y más sofisticado (Stringer, el promotor inmobiliario). Un juego que puede seducir a “Cutty” con las luces de una improvisada discoteca, con el olor del humo o con los pechos de una prostituta, pero que tiene fecha de caducidad. Y es que en la nueva era se muere joven y se vive al día. Mientras, de fondo, eso sí, resuena aquella célebre frase de El Gatopardo que tan bien define la estructura cíclica de The Wire: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
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