martes, 10 de febrero de 2009

Un cierto cine social ("a la francesa")

Nunca he pensado que las películas deban educarnos, pero, de algún modo, siempre lo han hecho. Nos han abierto nuevas puertas, nos han descubierto espacios inadvertidos, nos han enseñado a mirar e incluso, a veces, nos han pretendido dar lecciones morales o de historia. Si nos paramos a pensar, es difícil disociar la idea que los europeos tenemos de los Estados Unidos de la que nos han dado las imágenes que han ido llegado procedentes de aquel país. Se trata de un ejemplo paradigmático de colonización cultural a través del cine que da buena cuenta del poder que este arte ha tenido durante el siglo XX (y aún hoy conserva parcialmente) para adoctrinar a un espectador que, inconscientemente, creía "conocer" a los habitantes de un lugar concreto (en este caso, los estadounidenses) a partir de un imaginario idílico (cfr. la tan cacareada "americana") que poco o nada tenía que ver con la realidad misma.

Más allá de todo ello -que, en sí, tampoco tiene nada de malo-, lo cierto es que, por otro lado, siempre han existido cineastas (generalmente europeos) de estirpe social; dispuestos a mostrar "lo real" tanto a través de la representación como a partir de la mera descripción documental. Los ejemplos de los últimos años son un tanto desalentadores en su demagogia, didactismo y esquematismo al abordar asuntos complejos (léanse los casos de Babel, Mar Adentro o la oscarizada Crash), pero, afortunadamente, en estos últimos meses nos han llegado un par de propuestas que sí dan sentido a este tipo de acercamiento y que bien invitan a una reflexión sobre esta suerte de cine social creíble que, en esta ocasión, nos proponen Abdel Kechiche y Laurent Cantet en sus extraordinarias Cuscús (La Graine et le mulet) y La Clase (Entre le murs).

Revisemos, ahora, las abundantes coincidencias entre ambas películas que, por más inri, coinciden felizmente en nuestra (pobre) cartelera:

-Nacionalidad: francesa

-Presupuesto: medio

-Éxito de público y crítica: Ambas han triunfado en los César y en festivales internacionales.

-Hibridación genérica: Son ficciones, pero cuentan con actores no profesionales y están filmadas en los mismos lugares donde éstos habitan en la realidad.

-Estructura dramática atípica: Se parte de una descripción "objetiva" de un microcosmos muy concreto y luego el relato se focaliza, sutilmente, en uno de los conflictos planteados en la primera parte del filme.

-Compromiso social subyacente: Los directores se enfrentan al conflicto generacional, religioso, social y económico de su país, pero lo hacen sin ofrecer respuestas y sin caer en esquematismos. Conocen a fondo el tema y lo abordan con una naturalidad reveladora, sin ponerlo en primer plano.

-Equilibrio entre autoría y comercialidad: Son filmes en los que se tiene en cuenta al espectador, pero se asume que éste es inteligente y, por tanto, no debe ser insultado con mensajes obvios y reduccionistas por parte de los guionistas/directores. La puesta en escena personal, en este caso, no va reñida con la narratividad.

-Fe en la palabra: Cuando la mayor parte de grandes directores del presente guardan silencio, Cantet y Kechine no temen a los diálogos y verbalizan sus preocupaciones sin necesidad de resultar cansinos o reiterativos. Hasta el punto que, en ocasiones, parece que sus personajes hablen de sus miedos cómo nadie antes lo hubiese hecho y que, por ello, merezcan ser escuchados con la mayor de las atenciones.

-Duración del metraje no convencional: Gracias a un calculado trabajo de guión, ambos filmes se permiten el lujo de durar más de dos horas mientras tejen, sin que apenas nos demos cuenta, un arbolado emocional que nos atrapa y no nos suelta hasta el final del relato.

-Extrema rigurosidad formal: Aunque comparten el gusto por los primeros planos, por la captura de rostros expresivos, Cantet y Kechine toman dos posturas diferentes en su planteamiento estético. Ambas igual de rigurosas. Mientras el primero, propone un trabajo equilibrado de tiempos muy pautados (asumibles por todo tipo de espectadores) con un rodaje mediante tres cámaras en un único espacio (el instituto), el segundo va un poco más allá y juega con las expectativas del público al recurrir al constante alargamiento de las secuencias (generalmente conversaciones) que, en ocasiones, nos remiten a Pialat y a Cassavettes en su brutalidad y densidad, pero que sobre todo, nos invitan a una reflexión de carácter metalingüístico sobre las distintas formas posibles de capturar la realidad a través del lenguaje cinematográfico.

Vistas las coincidencias y los buenos resultados artísticos (y en taquilla), cabe preguntarse sobre las posibilidades reales de este tipo de cine en la industria de nuestro país. Pues no existen casos equiparables en el horizonte; filmes que den un diagnóstico del presente y que lo hagan a través de recursos cinematográficos propios y adecuados; películas, al fin y al cabo que, sin ofrecer soluciones donde no las hay (la abrupta conclusión de Cuscús da buena fe de ello), sí invitan al debate y a la reflexión. Algo que no debería faltar en una sociedad democrática ni en un arte (el cine) que no puede ni debe quedar siempre al margen de la realidad que lo envuelve. Por mucho, que yo sea el primero en disfrutar evadiéndome con ficciones que (aparentemente) poco o nada tienen que ver con mi existencia cotidiana.

10 comentarios:

Jesús Cortés dijo...

Carles, me ha gustado leer lo que dices sobre las películas dirigidas por Iñárritu y Amenábar.
No he visto "La graine et le mulet", pero sí creo que se están sacando las cosas de contexto con "Entre les murs", que es un film interesante, lleno de buenas ideas e intenciones, pero de un alcance muy limitado en sí mismo, conclusiones extracinematográficas a un lado. Eso no pasaba con "La pyramide humaine", que parece que ya nadie recuerda o peor aún, que nadie ha visto.

Carles Matamoros dijo...

Hola Jesús,

Es cierto que La Clase es un filme un tanto limitado, pero, a mi entender, muy valioso en su forma de capturar un tiempo y un lugar. Y si lo comparamos con el resto de cine social que triunfa por ahí, es una obra maestra.

Prueba con La graine et le mulet. Es mucho más atrevida formalmente que la de Cantet y, aun sin ser redonda, contiene muchas ideas interesantes.

Me fascina que estas dos películas sean "populares" en taquilla y apreciables por todo tipo de crítica. Algo que me alegra porque significa que los que escribimos sobre cine no siempre hablamos de filmes que nadie ve y que, por tanto, aún hay obras (fuera del ghetto de la cinefilia dura) que pueden llegar al gran público sin necesidad de renunciar a un tratamiento formal estimulante.

Por otro lado, admito que he pecado: no he visto La pyramide humaine. Prometo buscarla cuanto antes.

Saludos

Anónimo dijo...

La pyramide humaine es, en efecto, excelente. también te la recomiendo fervorosamente.

lo que dices del cine español (y su carencia de este tipo de propuestas) es una gran verdad que no tiene visos, como comentas, de cambiar. incluso aquellas propuestas más interesantes que hay en él se desplazan al extranjero buscando una mirada incontaminada (En la ciudad de Sylvia), se aislan deliberadamente buscando una cierta ascesis (El brau blau), o terminan, aunque no quieran, ocupando una posición marginal, satelital, respecto al grueso de un cine español enquistado en su gran mayoría en la complacencia y/o la estéril endogamia. qué pena da.

buen artículo!

Carles Matamoros dijo...

Hola Bruno,

Gracias por tu comentario, Bruno. No me suelen interesar los aspectos logísticos del cine, pero creo que en España nunca ha habido (y me refiero a toda la historia)una industria mínimamente razonable que permita la existencia de producciones medias de autores comprometidos socialmente y con verdadero talento más allá de la verborrea y la demagogia.

Para ello, debería haber una industria fuerte como en Francia donde cohabiten propuestas comerciales exportables (Luc Besson, Cedric Kaplish, Jean Pierre Jeunet), directores "jóvenes" arriesgados (Assayas, Klotz, Claire Denis), veteranos honorables (Rohmer, Godard, Rivette)y una clase media que funcione bien a nivel de público y que muestre un compromiso real con el arte y con los conflictos del país (Depardon, Cantet, Kechine).

Aquí, mucho me temo, estamos lejos de todo ello y más con la mafia montada entre productores y televisiones...Sólo nos quedan los directores del extraradio que tu comentas (Villamediana, Serra, Guerín) que, lógicamente, nadie conoce fuera de círculos cinéfilos. Pues no pienso que ellos deban jugar un papel relevante en el funcionamiento de nuestra industria sino más bien deben facilitar una mayor diversidad cultural dentro de la atonalidad dominante del cine que aquí se produce...

Es muy triste, por cierto, que con menos de 20 producciones anuales, Portugal proporcione mejores películas que España en el mismo periodo de tiempo (con más de un centenar de filmes producidos). Pero, bueno, así están las cosas y dudo que podamos cambiarlas.

Jesús Cortés dijo...

Creo Carles que comparar en cualquier sentido el cine español con el francés es una broma. Ni ahora ni nunca. En Francia puede haber ahora unos 40 directores capaces de hacer una gran película y además consiguièndolo habitualmente (la mayoría de los que nombras y Civeyrac, Grandrieux, Biette, Desplechin, des Palliéres, Lvovsky, Bonnell, Ferran y dos docenas más)
Aquí, confiando mucho en alguna promesa reciente salen quizá 7 u 8.
En este país la crítica es corporativista y excesivamente complaciente cuando se trata de hablar de lo que se hace.
Es poco y de mediano nivel, honrosas excepciones aparte.

Anónimo dijo...

totalmente de acuerdo con ambos, Carles y Jesús.

y no se me ocurre mucho más que añadir. hubo una época en el cine español en que salieron hornadas prometedoras, como el Nuevo Cine Español y la Escola de Barcelona alrededor de los 60 (Regueiro, Fons, Patino, Eceiza, Drove, Saura, Erice, Jordà, Portabella, Aranda...) a las que podíamos unir a francotiradores como Berlanga u ocasionalmente Buñuel. también hubo cosas interesantes en los setenta y principios de los ochenta (Bigas Luna, Salgot, Chávarri, Zulueta, Drove, Eloy De la Iglesia, Almodóvar... o incluso las primeras de Trueba o Colomo). pero la mayoría de estos cineastas se diluyeron como azucarillos en la industria, se convirtieron en parodias de sí mismos, o fueron condenados al ostracismo... lo dicho, una pena.

saludos!

Jesús Cortés dijo...

Yo creo que el problema no es "de industria". Ya me contareis que industria hay en Filipinas o Malasia para que puedan habers usrgifo Tsai Ming- liang, Lav Diaz y compañía.
Es más una cuestión de conceptos cinematográficos. En Francia, y ese es el espejo en que se miran estos paises orientales, desde la nouvelle vague y muchos años antes con el avant garde de los 20, se empezó a entender el cine como una manifestación artística no necesariamente narrativa, que no sólo servía para adpatar novelas en imágenes, que podía ser un ensayo, un poema, un experimento, una reflexión filosófica. Eso, en España y en la mayoría de países invadidos por el cine americano, se ha tomado por una excentricidad, cosas de pedantes, de gente con ínfulas intelectuales, elitistas.
Érice no hizo nada verdaderamente transgresor a nivel narrativo hasta "El sol del membrillo" pero tuvo problemas mucho antes (desde siempre en realidad) precisamente por su falta de entendimiento con la gente que hace cine aquí, que no sabía quién era Dovjenko, ni tenían películas de Ozu en la estantería del salón, gente que identifica cine con negocio no con arte.

Carles Matamoros dijo...

Sí, supongo que llevas toda la razón Jesús y lo más grave es la ausencia de una tradición en España de cine vanguardista. Pero, según me cuentan algunos expertos en la materia, sí existen algunas propuestas "por descubrir" en España. Y, bueno, no se puede descartar que existieran otros Portabellas en los años 30 y que fueran totalmnente ignorados...y ahora alguien los saque a la luz.

Pero, bueno, eso son más deseos que realidades y supongo que lo ideal sería que el negocio pudiera conciliarse con la libertad artística. Porque, por mucho que nos repela todo lo académico, dudo que la producción de un país pueda funcionar sin una industria mínimamente consistente. Algo que aquí no se da...

Aunque, gracias al abaratimiento de costes del cine digital,es posible que empiecen a cambiar las cosas y los francotiradores pasen a primera línea...

PD:Lo de Francia es increíble. Hay tantos autores interesantes que cuesta de creer. Me había olvidado de Ferran, de Varda, de Marker, de Desplechin, de Grandrieux... Y luego los tipos va y financian (en plan mecenas)Hou Hsiao Hsien, a David Lynch o ahora a Tsai. Si es que aquí estamos muy mal...

Sandra M. dijo...

Por lo que escuché decir al crítico Álex Gorina en los cines franceses se proyectan cortos de producción propia previos al largometraje que se va a ver. Es sólo un ejemplo más del valor y el impulso que este país da a su cine, en las antípodas del caso español.

Carles Matamoros dijo...

Sandra,

Creo que el tema de lo cortos es, si cabe, aún más grave. Se hacen miles de proyectos y sólo salen a la luz los más llamativos, los que buscan el impacto fácil para llevarse algún premio de un jurado impresionable. Por lo demás, el espectador de a pie nunca los puede ver. A no ser que los echen a las tantas en una cadena pública o que se vaya a un festival de cortos (que los hay y muchos, pero con criterios de selección un tanto dudosos). Lo de poner un corto antes de una peli estaría bien (no conocía el caso francés, chapeau!), pero ¿quién elegiría el título proyectado? Espero que el youtube nos salve un día de todo esto...

Saludos